La biodiversidad, o diversidad biológica, se refiere a la variedad de seres vivos, tanto vegetales como animales, que interactúan en los ecosistemas del Planeta Tierra.
El Instituto Nacional de Parques (Inparques), organismo adscrito al Ministerio del Poder Popular para Ecosocialismo (Minec), es la institución competente en materia ambiental, para administrar las áreas protegidas de mayor biodiversidad de la República Bolivariana de Venezuela, en este caso de los Parques Nacionales y Monumentos Naturales del Estado Nueva Esparta, específicamente en la Isla de Margarita, una de las tres islas que forman parte de esta entidad federal.
Para la bióloga de Inparques Nueva Esparta, Anahy Marcano, “La isla de Margarita, presenta una reconocida diversidad biológica, debido a sus variados ecosistemas y su origen geológico de unión a tierra firme (Hoyos 1985)”.
En el presente reportaje, abordaremos específicamente la presencia de los humedales en la Isla de Margarita y su importancia para la Biodiversidad.
Un humedal es un territorio, por lo general de relieve plano, que presenta como características distintivas que la superficie está inundada, esto puede ser de forma permanente o variable.
Como sucede con todo estanque de agua, una vez el suelo queda saturado de agua, se pierde parte de su oxígeno, esto genera un ecosistema bastante complejo e hibrido, donde hacen vida especímenes animales y vegetales, propios de medios acuáticos y terrestres.
Los humedales presentes en la Isla de Margarita.
Los grandes humedales de la Isla de Margarita, principalmente las Lagunas de La Restinga, Las Marites y Punta de Piedras, son de los principales reservorios de diversidad ecológica, prosigue la bióloga Marcano: “Al igual que en el resto del planeta, por su ubicación entre el territorio continental y el mar, con variables profundidades, por estos humedales se convierten en ecosistemas muy productivos, pero también de reconocida fragilidad a las actividades humanas (Marínet al․ 2006)”.
Estos humedales agrupan un amplio espectro de ambientes acuáticos marino costeros y continentales, “presentando una alta oferta de recursos tróficos, razón por la cual son utilizados intensamente por la fauna residente y migratoria, pero a la vez son muy valorados por el ser humano, por los beneficios directos e indirectos que de ellos se obtiene”, concluye la bióloga.
Los Humedales están calificados expresamente como “áreas de especial importancia ecológica”, característica que ganaron gracias a la reconocida importancia de estos ecosistemas.
Así, al interpretar el deber específico del Estado de conservar las áreas de especial importancia ecológica, es importante destacar que de éste se deriva la obligación de preservar ciertos ecosistemas, cuya intangibilidad se debe encaminar․ El uso de estas áreas se reserva para actividades que permitan la investigación, la conservación y la prohibición como área de explotación.
De esta forma, las áreas de especial importancia ecológica están sometidas a un régimen de protección más intenso que el resto del ambiente․ Esa protección tiene importantes consecuencias y normativas ya que, por una parte, se convierte en principio interpretativo de obligatoria observaciones frente a la aplicación e interpretación de normas que afecten dichas áreas, y por la otra, otorga a las personas el derecho a disfrutar pasivamente de las mismas.
Tratándose de ecosistemas como los humedales, que muchas veces contienen especies endémicas o son sitio de paso de especies migratorias, el Estado y todos los habitantes del territorio, asumen una seria obligación de conservarlos y se convierten en sus guardianes, calificando de atentado grave contra la humanidad y las generaciones futuras, no adoptar medidas para su protección.
Es por eso que Instituto Nacional de Parques (Inparques), ha manifestado que por sus características únicas, los humedales prestan servicios hidrológicos y ecológicos invaluables, contribuyendo como unos de los ecosistemas más productivos del mundo.
Prensa Ecosocialista / Prensa, Dirección Regional de Inparques Delta Amacuro / Texto: José Urbina.
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